Hay
momentos como ese, en el que ves pasar la vida ante tus ojos. En el caso de una
de las Larvas, más bien sería ver un halo de luz de pensamiento a tu alrededor,
un pequeño destello en el que tu vida pasaría a través de ti. Hay momentos en
los que notas que es un lugar crucial en tu existencia. Xialis podría haber
visto aquella corona de luz chisporroteando a su alrededor, si no hubiera
estado concentrada. Podría haber visto el resto de las Larvas, unos metros más
allá, metidas de lleno en el estanque, con sus pensamientos relampagueando
entre ellas, en lo que en seres verbales habría sido un parloteo nervioso. Pero
estaba concentrada.
Estaba
concentrada en dos cosas. La primera de ellas era aquel Ser Pescador. Aquella
criatura grande y mezquina, aquel depredador terrestre que se había aproximado
a la orilla del Estanque a hacer, bueno, lo que se supone que un Ser Pescador
debería hacer. En aquel sentido, no se podía decir que fuera una situación
especial. Pero la cosa es que lo había hecho con la Larva equivocada. Y la
segunda cosa en la que Xialis estaba concentrada, era en su debilidad.
Porque
hay gente que está hecha para Mandar, y gente que está hecha para Ser Mandada.
Gente, ya sean humanos, espíritus, alienígenas, Espectros… hecha para Liderar,
y gente hecha para Seguir. Y entre las Larvas no era diferente. Xialis era del
segundo tipo. Xialis siempre había visto a Liom, a su Liom (no su de
posesión sino su de reconocimiento)
por delante de ella. Con él había nadado desde que habían dejado de ser huevos
dejados por algún adulto en el Estanque con los demás. Con él había aprendido a
canalizar sus pensamientos en aquella luz mágica, a usar su Luz de Voluntad. Y
cuando él podía concentrarla en un rayo con determinación y explicar una idea
con toda claridad, ella sólo lograba generar un halo de luces a su alrededor.
Cuando él lograba iluminar las algas que comían y disolverlas antes de
comerlas, ella sólo lograba atraerlas hacia sí débilmente. Pero no era
necesario: Él emitía el haz de luz de voluntad, él abría la comunicación, él
compartía su comida. Él le mostraba el mundo exterior que veía cuando sacaba la
cabeza más allá de la superficie del Estanque. A un mundo cruel, un mundo
repleto de rocas, donde lo único que sobrevivía era lo que tenía la
Determinación por sobrevivir. Xialis era débil, sí, y su determinación no era
suficiente para sobrevivir en el exterior. Pero por eso sólo era una Larva. Por
eso vivía en el Estanque.
El
Estanque era su hogar, su burbuja de seguridad. Su zona de confort. Los únicos
que podían sobrevivir en el exterior eran los Adultos, que rodaban a altas
velocidades por las llanuras rocosas del Inframundo. Al igual que las Larvas,
los Adultos tenían cuerpos blandos e invertebrados, pero estaban protegidos de
los peligros del mundo exterior por durísimos escudos, fabricados a partir de
las dos mitades semiesféricas de enormes piedras, que debían tallar como Larvas
usando su Voluntad para poder madurar. Liom había sido el primero de su
generación en poder concentrar su Voluntad en un rayo de aquella manera. El
primero en poder someter la piedra usando la energía pura de su voluntad. El primero
en tallar sus escudos. Liom siempre había querido ser adulto, y había sido el
primero en tener el poder para hacerlo. Había tallado con el rayo de luz la
piedra hasta convertirla en un par de semiesferas que usar como escudos. Había
salido a la superficie, preparado para echar a rodar como el resto de Esferas
adultas. Se había encontrado por sorpresa con un Ser Pescador. Y ahora…
Tal vez
fuera la voluntad de los dioses. Si hubiera creído en algún dios, considerado
la presencia de un ser superior (superior a los adultos y a los seres pescadores,
a todos), se habría planteado si sería aquello idea suya. Pero Xialis, desde el
fondo del Estanque, lo dudaba. Nadie habría querido que una Larva como Liom
acabara de aquella forma justo después de madurar. Ella no lo había querido. No
podía aceptarlo. No pensaba tolerarlo. Acabaría con cualquiera que se atreviera
a sugerirlo. Y, casualmente, en este mismo momento, la única criatura que se
había atrevido a sugerirlo estaba frente a ella.
Por
eso, Xialis no se dio cuenta de muchas cosas. Xialis sólo estaba concentrada en
dos cosas. Estaba concentrada en su debilidad, en que nunca había podido
devolverle a Liom todos aquellos favores… Y estaba concentrada en el Ser
Pescador que lo había devorado como una garza se come a una rana, sin piedad y
sin previo aviso. El problema, es que esa rana normalmente no tiene otra rana
enamorada de ella. El problema es que las ranas no disparan rayos de energía.
Porque
la Voluntad de las Esferas del Inframundo es energía. Lo que para un mago
requiere pronunciar un hechizo, para una Esfera sólo requiere enfocar sus
pensamientos, canalizar su pasión interior. Si el Ser Pescador, nuestra garza
metafórica, hubiera tenido los sensores apropiados para detectarlo, habría
detectado la tristeza interminable de Xialis. La rabia por no poder cambiar las
cosas. La furia por haber perdido al ser que amaba. Habría detectado toda una
vida de Larvas admirando a Liom. Pero no podía detectarlo. Lo único que pudo
notar, fue cómo la parte de su esternón que se había iluminado por la Luz de la
Voluntad de Xialis comenzaba a disolverse, erosionada por la fuerza de los
sentimientos de la Larva furiosa. La Voluntad de Xialis ya no era un tenue halo
a su alrededor, sino un poderoso canal lumínico, un Rayo de Luz capaz de
someter todo aquello con lo que se encontraba. La Voluntad necesaria para
sobrevivir en el Inframundo.
Era una
vida difícil, pensó Xialis cuando el Pescador cayó muerto ante ella, agujereado
de lado a lado por el Rayo de Luz de su Voluntad. Saliendo torpemente del agua,
agarró las dos semiesferas de roca que Liom había conseguido tallar antes de
salir y ser devorado. Sólo los más fuertes pueden llegar hasta el final.
Comprobó que encajaban las semiesferas, formando una esfera impenetrable a su alrededor,
que sólo se abriría cuando quisiera proyectar su Rayo de Luz. Es un mundo
difícil, sí. Es un mundo en el que lo único que se puede hacer es tener la
voluntad de sobrevivir un día más. Por eso, Liom, que no había sido lo
suficientemente rápido como para cerrar sus escudos unos momentos atrás, había
pasado a disolverse en los ácidos estomacales para alimentar el pescador. Y,
por eso, ahora el pescador yacía muerto, disolviéndose en el Rayo de Luz de
Xialis para alimentarla a ella.
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