jueves, 6 de octubre de 2022

Taletober 2022 día 6: Astro

 Como sucede con estas cosas, casi nadie lo vio, al principio; y los que lo hicieron, no se dieron cuenta de los que vieran. Fue una simple anomalía en los mapas estelares, un artefacto provocada por la falibilidad de los sistemas o un error humano de cálculo. El jefe les dijo un par de palabras fuertes a los técnicos se recalibró el telescopio, y los primeros signos fueron borrados de los registros. Tampoco es que hubieran servido de mucho. A partir de cierta escala, no se puede detener lo que ocurre. Lo único que se puede hacer es observarlo y prepararte para lo peor.

Pasaría un tiempo hasta que el resto del mundo se diera cuenta del cambio. La gente, normalmente, vive sus vidas sin mirar al cielo constantemente, y, cuando lo hace, busca cosas distintas. Nunca buscan lo que saben que va a estar allí, lo que siempre ha estado. Lo que, de repente, cambia sin que nadie sepa por qué. Si algo básico en tu existencia de repente fuese levemente distinto, ¿te darías cuenta? Si tu sombra fuese un poco más débil, si la luz se notase distinta —más fría y distante, menos clara—, ¿tendrías miedo? Ellos sólo pensaron, igual que los astrónomos en primer lugar, que simplemente aquel día hacía más frío, o que tenían un resfriado. Un resfriado colectivo, seguramente.

Cuando pasaron los días sin que la situación se normalizase, la gente empezó a poner nerviosa. Las noticias se filtraron, al fin y al cabo, los astrónomos son personas como todo el mundo, y los nervios pasan factura. Ver imágenes extrañas en los satélites pasa factura.

Ver disolverse la silueta del Sol es inquietante para cualquiera. Reconocer, al telescopio, la inmensa masa negra que está rodeándolo con lo que parecen ser pseudópodos, en un claro intento de devorarlo, es otra cosa muy distinta. Aquel otoño, el último antes de un invierno que sería eterno, todos los radiotelescopios del mundo se fundieron al unísono después de captar, colectivamente, los aterradores chillidos de una estrella agonizante.

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